martes, 20 de agosto de 2019

Visita al cementerio

Tenía yo 17 años cuando un sábado por la tarde junto a mi amigo Ricardo decidimos ir al cementerio de San Martín, podríamos decir que no era un programa muy divertido y común que digamos para chicos de nuestra edad, pero así éramos nosotros, distábamos bastante del clásico adolescente, Richi iba a visitar a su tía y yo a mi mamá.
Ir hasta el cementerio era toda una travesía ya que teníamos que tomarnos dos
colectivos, uno desde Boulogne hasta la estación de José León Suarez y allí otro que nos dejaba en el cementerio, pero al ir acompañado el viaje se hacía más placentero ya que podíamos ir conversando.
En un momento del trayecto se baja un grupo grande de gente y nosotros nos fuimos a la última fila de asientos, grata fue mi sorpresa cuando veo sobre uno de esos asientos vacíos una radio a transistores con un auricular, seguramente alguien se la había olvidado, la prendo para ver si funcionaba y efectivamente así era, comienzo a sintonizar distintas emisoras y encuentro una que relataban los partidos de fútbol, era la última fecha del campeonato metropolitano del año 81, si mi querido Boca Juniors lograba empatar se consagraría campeón y San Lorenzo se jugaba la categoría con Argentinos Juniors, así que me puse a escuchar la transmisión muy atento y divertido, excitado además por
haberme encontrado la radio.
Nos bajamos del colectivo y apenas hicimos unos pasos ya empecé a sentir ese olor a flores tan característico, pero no me refiero precisamente al aroma rico natural de las flores, no sé si será por sugestión pero las flores de los cementerios tienen otros olores, quizás porque se mezclan con el hedor proveniente de los cadáveres en descomposición o porque también hay flores que ya son viejas y comienzan a pudrirse en opacos floreros.
Las hileras de nichos siempre me parecieron infinitas, todas una al lado de la otra, y siempre me preguntaba quienes estarían dentro, algunas veces me detenía a ver la foto de algún difunto, trataba de deducir según su cara si había sido feliz o no, leía su fecha de nacimiento y la de su muerte, calculaba la edad, si se había muerto joven o no, dependiendo de la fecha imaginaba cuan avanzada estaría su descomposición y muchas otras cosas más que ahora no vienen al caso y que dan para otro relato.
Creo que primero fuimos a ponerle flores a mi vieja y luego a la tía de Richi, ambas estaban en nichos en un edificio de dos o tres plantas, la cuestión es que no recuerdo bien en qué momento sucedió lo que les voy a contar ahora. Me parece, ojo, no estoy seguro, que estábamos en un primer piso, se subía por escaleras, el edificio no tenía paredes hacia el frente, solo una pared muy baja y una baranda de hierro que la coronaba. Ricardo estaba frente al nicho de su tía y yo retirado a unos metros escuchando la radio cerca de una de esas petisas barandas que les dije, todo parecía muy tranquilo, casi no se veía gente, bueno en realidad estábamos rodeados de gente ….. pero muerta!!, o al menos eso era lo que creíamos, porque en un instante todo cambió drásticamente, de repente sentí un impulso tremendo de arrojarme hacia la planta baja, sentí como que alguien me ordenaba que lo hiciera o que directamente me empujaba, creo que llegué a dar un paso hacia el frente y todo, pero al mismo tiempo Ricardo llega corriendo hacia mi preguntándome muy asustado si había escuchado el grito, le digo que no, me comenta muy agitado que le pareció escuchar un grito que salía del nicho que estaba al lado del de su tía, le reitero que no había sentido nada pero le cuento lo que me había pasado y que justo cuando me estaba por tirar al vacío, él había llegado corriendo. Probablemente eso me haya salvado, no sé, capaz que el mismo ser espectral que gritó haya sido el que me haya ordenado arrojarme, o quizás hayan sido dos, el que gritó, un espíritu benigno que con su grito de alguna manera logró salvarme y el otro, el que me empujó, un espectro maligno, eso nunca lo sabremos.
Quedamos muy confundidos, bajamos las escaleras bastante asustados, quizás con alguna risa, pero de esas risas nerviosas, en mi caso caminé lo más lejos posible de las barandas, en forma muy precavida. De la vuelta a nuestras casas no recuerdo absolutamente nada.
Finalmente ese día San Lorenzo perdía por primera vez la categoría y descendía a la B al caer derrotado uno a cero por el bicho de la paternal y el Boca de Maradona y Brindisi se consagraba campeón al empatar en uno con la academia de Avellaneda. Estas son cosas que por lo general nunca hubiera recordado en forma tan precisa pero justo sucedieron en un día que me quedó grabado a fuego, el 15 de Agosto de 1981, el día de la escalofriante visita al cementerio.

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