domingo, 13 de octubre de 2019

Penumbras


Penumbras


Una tímida colilla encendida
en el medio de la oscuridad,    
una pregunta sin respuesta
está dando vueltas.

La poca luz que ilumina
comienza a titilar, 
todo parece vacío
pero ahora más.

Una aterradora idea
empieza a bailar sin música,
no se la ve ni escucha
pero ahí está.

Un sentimiento bueno o malo
se puso a silbar.
Figuras fantasmagóricas indecisas
que no cesan de pasar.
Un viento frío y envolvente
aprieta cada vez más.

Risas contenidas, 
llantos castigados,
murmullos indescifrables,
alientos diabólicos de eucalipto y de mentol.

Unos rayos de luz
partieron veloces desde atrás, 
y ahora dejen de mal pensar
porque la película va a comenzar.

viernes, 6 de septiembre de 2019

A los Palombella no les hablen de yeta

Fuente: www.5inicial.com.ar

Este es un artículo donde salieron mis hermanitos:

Victoria 60-55 de Atlético Boulogne sobre Los Indios de Moreno B, por la fecha 8 del hexagonal de permanencia del Torneo de Primera B +35 de FeBAMBA. Luciano y Guillermo Palombella (ambos con 13 puntos) fueron los más destacado en la escuadra ganadora. Jorge Landalde (17) fue la referencia de gol del local.
El 13 parece ser el número de la suerte de los Palombella, que guiaron a su equipo a una victoria trascendental en Moreno, que junto con la derrota de Tortuguitas les vuelve a tener en lo más alto de la tabla. Los que también tuvieron una buena noche fueron Gastón Escalada (12) y Walter Servente (12). Por el lado del local, Fernando "Indio" Zárate (13) y Claudio "Gallo" Verardo (11) acompañaron a Landalde, pero el sprint final no les alcanzó.

Síntesis

Los Indios de Moreno B (55): Carlos "Chiche" González (-), Cristian "Pety" Bolff (7), Sergio Pastrana López (-), Diego Corn (4), Claudio "Gallo" Verardo (11), Sebastián Saldivia (1), Gastón Clark (-), Gustavo "Mágico" Bolff (2), Jorge Landalde (17) y Fernando "Indio" Zárate (13).  
Atlético Boulogne (60): Andrés De la Rosa (-), Gastón Escalada (12), Sergio Van Eck (1), Hernán Tosar (9), Luciano Palombella (13), Guillermo Palombella (13) y Walter Servente (12).  
Cancha: Los Indios de Moreno
Parciales: 10-12 / 11-14 (21-26) / 16-23 (37-49) / 18-11 (55-60)

Fuente: www5inicial.com.ar

Cazador arrepentido


Mi padre, Saverio el cruel, me llevaba de chico a cazar con él, quería que sea "un hijo e tigre", cosa que al final no pasó, aunque el destino tenía preparado para mí un bautismo de "gloria". La primer vez que me dieron un rifle de aire comprimido, prestado por uno de mis mis primos mayores, fuimos a cazar a Juarez, como llegamos tarde, recién a  la mañana siguiente nos levantamos al alba, sedientos de sangre, eramos un grupo numeroso, calculo que unos 7 u 8, cada uno portando su arma letal, poníamos cara de asesinos, parecíamos veteranos de guerra dispuestos a enfrentar nuevamente una batalla, apenas salimos de la casa donde habíamos dormido en el medio de la nada misma, había un alambrado con un inocente pajarito descansando, todos me dijeron casi al unísono: Tirale!!!, yo,  haciendo gala de mi rifle,  prontamente coloqué la culata en mi hombro como todo un experto, soldado de mil batallas,  cerré un ojo, apunté y tiré obedientemente como a la orden de un jefe militar, tiré y de repente veo que el pajarito cae mortalmente herido, yo no salía de mi asombro ya que era mi primer tiro, para mis adentros me decía: "Pobre pajarito". Cuantas posibilidades había de tener tan letal puntería en mi primer tiro?, aún incrédulo ante tan temprana "hazaña", apenas llegué a percibir que todos me palmeaban y felicitaban, solamente faltó que me levantaran en andas, diciendo incluso algunas palabras de elogio a mi viejo como: "te salió bueno Saverio" entre otras cosas. Mi viejo, con un enorme orgullo que inútilmente trataba de disimular, ponía cara de no darle importancia al asunto y siguió avanzando cruzando el alambrado para adentrarnos a un campo que parecía sin nada a la vista, para seguir asesinando impunemente a lo que se nos cruzara, mientras,  yo había caído en una tristeza muy grande, luego seguí disparando, como para disimular, pero tiraba a errar, no quería matar a nadie más, ya tenía en mi conciencia una muerte que quedaría gravada a fuego y sangre para siempre.



martes, 20 de agosto de 2019

Visita al cementerio

Tenía yo 17 años cuando un sábado por la tarde junto a mi amigo Ricardo decidimos ir al cementerio de San Martín, podríamos decir que no era un programa muy divertido y común que digamos para chicos de nuestra edad, pero así éramos nosotros, distábamos bastante del clásico adolescente, Richi iba a visitar a su tía y yo a mi mamá.
Ir hasta el cementerio era toda una travesía ya que teníamos que tomarnos dos
colectivos, uno desde Boulogne hasta la estación de José León Suarez y allí otro que nos dejaba en el cementerio, pero al ir acompañado el viaje se hacía más placentero ya que podíamos ir conversando.
En un momento del trayecto se baja un grupo grande de gente y nosotros nos fuimos a la última fila de asientos, grata fue mi sorpresa cuando veo sobre uno de esos asientos vacíos una radio a transistores con un auricular, seguramente alguien se la había olvidado, la prendo para ver si funcionaba y efectivamente así era, comienzo a sintonizar distintas emisoras y encuentro una que relataban los partidos de fútbol, era la última fecha del campeonato metropolitano del año 81, si mi querido Boca Juniors lograba empatar se consagraría campeón y San Lorenzo se jugaba la categoría con Argentinos Juniors, así que me puse a escuchar la transmisión muy atento y divertido, excitado además por
haberme encontrado la radio.
Nos bajamos del colectivo y apenas hicimos unos pasos ya empecé a sentir ese olor a flores tan característico, pero no me refiero precisamente al aroma rico natural de las flores, no sé si será por sugestión pero las flores de los cementerios tienen otros olores, quizás porque se mezclan con el hedor proveniente de los cadáveres en descomposición o porque también hay flores que ya son viejas y comienzan a pudrirse en opacos floreros.
Las hileras de nichos siempre me parecieron infinitas, todas una al lado de la otra, y siempre me preguntaba quienes estarían dentro, algunas veces me detenía a ver la foto de algún difunto, trataba de deducir según su cara si había sido feliz o no, leía su fecha de nacimiento y la de su muerte, calculaba la edad, si se había muerto joven o no, dependiendo de la fecha imaginaba cuan avanzada estaría su descomposición y muchas otras cosas más que ahora no vienen al caso y que dan para otro relato.
Creo que primero fuimos a ponerle flores a mi vieja y luego a la tía de Richi, ambas estaban en nichos en un edificio de dos o tres plantas, la cuestión es que no recuerdo bien en qué momento sucedió lo que les voy a contar ahora. Me parece, ojo, no estoy seguro, que estábamos en un primer piso, se subía por escaleras, el edificio no tenía paredes hacia el frente, solo una pared muy baja y una baranda de hierro que la coronaba. Ricardo estaba frente al nicho de su tía y yo retirado a unos metros escuchando la radio cerca de una de esas petisas barandas que les dije, todo parecía muy tranquilo, casi no se veía gente, bueno en realidad estábamos rodeados de gente ….. pero muerta!!, o al menos eso era lo que creíamos, porque en un instante todo cambió drásticamente, de repente sentí un impulso tremendo de arrojarme hacia la planta baja, sentí como que alguien me ordenaba que lo hiciera o que directamente me empujaba, creo que llegué a dar un paso hacia el frente y todo, pero al mismo tiempo Ricardo llega corriendo hacia mi preguntándome muy asustado si había escuchado el grito, le digo que no, me comenta muy agitado que le pareció escuchar un grito que salía del nicho que estaba al lado del de su tía, le reitero que no había sentido nada pero le cuento lo que me había pasado y que justo cuando me estaba por tirar al vacío, él había llegado corriendo. Probablemente eso me haya salvado, no sé, capaz que el mismo ser espectral que gritó haya sido el que me haya ordenado arrojarme, o quizás hayan sido dos, el que gritó, un espíritu benigno que con su grito de alguna manera logró salvarme y el otro, el que me empujó, un espectro maligno, eso nunca lo sabremos.
Quedamos muy confundidos, bajamos las escaleras bastante asustados, quizás con alguna risa, pero de esas risas nerviosas, en mi caso caminé lo más lejos posible de las barandas, en forma muy precavida. De la vuelta a nuestras casas no recuerdo absolutamente nada.
Finalmente ese día San Lorenzo perdía por primera vez la categoría y descendía a la B al caer derrotado uno a cero por el bicho de la paternal y el Boca de Maradona y Brindisi se consagraba campeón al empatar en uno con la academia de Avellaneda. Estas son cosas que por lo general nunca hubiera recordado en forma tan precisa pero justo sucedieron en un día que me quedó grabado a fuego, el 15 de Agosto de 1981, el día de la escalofriante visita al cementerio.

martes, 13 de agosto de 2019

El clan de la víbora


Tendría yo unos 7 u 8 años cuando con el colegio fuimos de excursión a un lugar cerca a un río, no recuerdo exactamente que lugar era, se me hace que La Plata o sus alrededores, o no se porque también me viene a la mente las cercanías del autódromo de Buenos Aires. Yo era muy chico, no recuerdo casi nada, sí recuerdo que estaba un poco incómodo, me parece que era nuevo y no conocía  a nadie, tenía mucha vergüenza y me costaba acercarme a los otros chicos, así que creo que andaba caminando por ese lugar medio que solo. En una de esas pasa un heladero en la clásica bicicleta llevando en la parte delantera la conservadora con los helados, alcanzo a escuchar  ciertos murmullos que iban creciendo proveniente de un grupito de chicos que andaban por algo así como el lecho de un río seco, y que el heladero se abría  paso entre todos los chicos, saca un bate que tenía adosado a la bici, un elemento muy extraño en nuestro país, y dejando la bici se apresura bajando al lecho del río. A medida que todo estaba iba pasando yo me acercaba con cierto temor al lugar ya que todos parecían algo nerviosos pero excitados a la vez. Cuando llego al lugar sin entender aún bien que era lo que pasaba, lo veo emerger desde el lecho del río seco al heladero con cierta cara de satisfacción o de deber cumplido y se aleja del lugar al grito de helado heeeeeladooooo. El grupo de chicos seguía en el lugar, todos miraban hacia al piso rodeando algo. Uno de los chicos sale de ahí y pasa  a mi lado, me animo a preguntar que había pasado y me cuenta que habían matado una víbora. Me quedé ahí como sorprendido, yo nunca había visto una víbora mas allá que por la tele. A los pocos minutos el grupo de chicos sale del lugar y se dirige hacia una especie de islote que tenía en su centro un gran árbol. Los sigo desde lejos pero poco a poco me voy acercando, la curiosidad hizo que vaya venciendo el temor y la timidez. Pero cuando ya estaba acercándome al lugar uno de los chicos se da cuenta de mi presencia y sale apresuradamente a mi encuentro y me increpa diciéndome que acá solo entraban los que se animaban a tocar la víbora con la mano. Le contesto que yo no tenía miedo y que si me animaba a tocar la víbora. Me dice que lo siga y llegando junto al resto de los chicos les comenta que yo me quería unir al clan de la víbora y que estaba dispuesto a tocarla. Uno de ellos de contextura mas grande me hace ingresar al interior del círculo que formaban los chicos hacia el otro lado del gran tronco del árbol y me señala hacia arriba. Ahí veo por primera vez la víbora que colgaba de una rama, medía poco más de un metro, creo que quedé con la boca abierta de asombro, además todos me miraban y creo que querían ver mi reacción, si huía de miedo y esas cosas de chicos. El mas grande me dice que para estar en la isla con ellos tendría que pasar mi mano por toda la extensión de  la víbora. Ya había dicho que sí, que lo iba a hacer, que me animaba y abriéndome paso, tratando de disimular mi miedo, llego hasta la víbora y en un gran acto de coraje y valentía paso mi mano por toda la extensión de su cuerpo gelatinoso y húmedo, no solo sentí temor sino también mucho asco, mi gran miedo era que la víbora en realidad no estuviera realmente muerta y que me mordiera inoculando su veneno y que yo moriría ahí mismo siendo tan chico. Todo pasó muy rápido pero pareció un siglo, una vez que la toqué, los chicos me vivaron y palmearon satisfechos, me decían que ahora sí era uno de ellos y que me podía quedar en la isla, ya pertenecía orgullosamente al Clan de la víbora!!!